Las crónicas sobre la hazaña del Plus Ultra abarcan un sinfín de aspectos. Aquel vuelo fue un episodio tan histórico que apenas nada relacionado con aquella epopeya ha escapado del análisis. Hay detalles menores que siguen evidenciando la trascendencia histórica que tuvo aquella odisea. Uno de ellos es sin lugar a dudas el de el polizón. Y es que el Plus Ultra tuvo su polizón, un tripulante no esperado que consiguió colarse en la aeronave dispuesto a contar al mundo los detalles de aquel vuelo. Su nieto, José Ruano Herrero, depositario de una documentación excepcional, ha puesto luz sobre aquel episodio en una interesante charla íntima en el Cuartel General del Aire y del Espacio.
Hubo un polizón. Poco tiempo y en la etapa previa a la salida pero sin duda puede calificarse al periodista Emilio Herrero Mazorra como tal. Su nieto, José, lo califica más cordialmente como un pasajero sin billete, pero lo cierto es que el histórico cruce del Atlántico Sur por el Plus Ultra contó con un pasajero inesperado.
Los datos históricos nos presentan a Emilio Herrero Mazorra como una figura importante del periodismo de los años veinte y treinta, con un imponente recorrido en la profesión. Nacido en 1882 en Reinosa, en 1920 trabajaba ya para la poderosa United-Press en Madrid como redactor jefe, acudiendo a la redacción puntualmente para vibrar con la última noticia de relieve, desempeñando también luego la corresponsalía en París. Trabajó para muchas cabeceras y representó a los principales diarios de las capitales de Hispanoamérica. Sus crónicas se extendían por muchas partes del globo. Emilio Herrero era un periodista vibrante y audaz. Su vida estuvo jalonada de premios, las peripecias periodísticas de este notable profesional son incontables, aunque él solía destacar una que le era especialmente querida… su aventura en el Plus Ultra.
Así nos lo confirma su nieto, José Ruano Herrero, que califica a su abuelo como un patriota más volcado con aquella odisea. Para sentir su relato hay que ubicarse en el año 1926, cuando España vivía inquieta y apasionada la aventura de unos aviadores dispuestos a cruzar el Atlántico en un hidroavión. Estábamos en la era de los grandes vuelos y aquel proyecto se había apoderado de la actualidad informativa nacional. Había desatada una auténtica locura por aquel vuelo y se miraba de reojo a Italia, que por aquel entonces pretendía hacer un vuelo similar. José Ruano Herrero nos cuenta que su abuelo había quedado rendido ante las posibilidades de la aviación cuando cubrió en primera línea el famoso Desembarco de Alhucemas en 1925, que propició la recuperación de los territorios perdidos tras el Desastre de Annual. Por eso se volcó con la crónica de aquella aventura que recopilaría en una brillante obra diseminada en varios medios de comunicación y que tituló El vuelo audaz del Plus Ultra. Ese manuscrito original y otros de un incalculable valor han sido puestos a disposición del Ejército del Aire y del Espacio para la confección de este reportaje.
Además, su nieto nos ha facilitado otro manuscrito original todavía más llamativo, Yo, polizón del Plus Ultra, escrito en 1951, que aclara muchas de las confusas informaciones que abundan sobre este tema. Emilio Herrero había escrito ya muchos y variados artículos sobre la preparación de esta aventura. Conocía a los célebres tripulantes y se granjeó una sincera amistad con ellos… pero quería más. Quería sentir y transmitir como nadie el esfuerzo épico de aquellos aviadores.
Pero no podía ser. En la célebre obra De Palos al Plata, escrita por el mismísimo Ramón Franco y J. Ruiz de Alda, los autores reconocen que en los días previos “se nos enganchó Emilio Herrero, corresponsal de La Prensa de Argentina y se empeñó en que lo lleváramos de Melilla a Palos para poder hacer las crónicas del vuelo. Le contestamos que de ninguna manera le llevaríamos y que no se molestara porque desde luego, no iba… Pero a última hora, tras insistir e insistir y presentarnos incluso una autorización de la Comandancia General de Melilla, nos apiadamos de él y le permitimos que viniera… con la condición de entrar en el avión sin saberlo nosotros y estar escondido en su interior hasta que estuviéramos en pleno vuelo”.
O sea, que estamos ante un sorprendente caso de polizón pactado, pero un polizón. Ni corto ni perezoso, en plena madrugada del 21 de enero, vestido como un aviador más se acercó hasta la bahía de Mar Chica donde estaba varado el Plus Ultra y fue sorteando los pocos controles existentes. Finalmente, en plena playa pagó unas pesetas a un barquero que se encontraba allí dormido para que lo aproximara sigilosamente hasta la aeronave. Y en un momento dado abrió la escotilla de popa y se coló en el Plus Ultra. Ya sólo quedaba ocultarse. Recuerda el manuscrito el asombro del barquero al recibir la propina, que no dudó en preguntar un poco receloso:
– “¿Pero se queda usted aquí?
– ¡Por ahora, sí!”
José Ruano, el nieto de aquel intrépido reportero no puede dejar de reír al recordar aquel instante. Así que allí pasó horas acurrucado nuestro protagonista esperando el inicio del vuelo. “Al alborear el día -narra el periodista en su manuscrito- llegó Rada para desenfundar las hélices y sorprendido de mi presencia la comunicó rápidamente a sus superiores”. Las risas se desataron en aquella aeronave pero allí siguió nuestro protagonista, que acurrucado entre las lonas de las hélices vio despegar el avión mientras el propio Ramón Franco comentaba aquella mítica frase dirigida a Emilio Herrero: “¡Menos mal que pesa poco!”
Aquel fue un momento realmente curioso que merece la pena recordar ahora en plena celebración del centenario. La crónica in situ de Emilio Herrero narró con absoluta destreza ese instante y el amerizaje en el río Odiel en Huelva en plena euforia de la población. De hecho, al echar el puente para desembarcar se produce otra situación absolutamente surrealista. El primero en desembarcar es el propio Emilio Herrero presuroso de lanzar el flash informativo a Buenos Aires. El alcalde de Huelva, que allí estaba esperando, se abalanzó sobre él con gran efusión al grito de “¡Vivan los héroes!”. Emilio Herrero reconoce sonrojarse y limitarse entonces a decir al gentío: “Los héroes siguen en el aparato. Yo soy un pasajero sin billete”.
Y aquí acaba la anécdota de este curioso aviador improvisado. Amigo real de la tripulación, vivió con ellos las horas previas al histórico vuelo, rezando incluso con ellos por su suerte ante la imagen de la Virgen de La Milagrosa, la misma en la que oró Colón.
Su emoción al despegar la aeronave ese 22 de enero de 1926 fue la misma que la de todos los españoles: “Deliberadamente omito en estas notas informativas expresar toda la profunda emoción de mi despedida para aquellos amigos que habían de dar días de gloria para la Patria”. En 1951, y como cierre de su manuscrito, escribió emocionado y con absoluto agradecimiento: “El polizón que dejaron en tierra les rinde tributo eterno a su memoria”.

