Celebramos el centenario de los grandes hitos de la aviación española
En el año 2026 se cumplen 100 años del vuelo del Plus Ultra, con el que se consigue por primera vez atravesar el Atlántico Sur desde la península ibérica, uniendo España con Brasil, Uruguay y Argentina, utilizando un solo avión. Con esta gesta, que fue acogida con gran entusiasmo, se abría el camino a los enlaces aéreos que nos harían sentir más próximos a los habitantes a ambos lados del océano. Y los aviadores españoles retomaban la ansiada aventura de llegar más alto, más lejos, más rápido, tras la pausa en los avances de la aviación que impuso la pacificación del protectorado.
Con el vuelo del Plus Ultra se inició un periodo en el que los avances técnicos corrieron parejos a los desarrollos operativos y esto, unido al arrojo y espíritu de superación de los aviadores españoles, se tradujo en un importante número de gestas. Su objetivo fue posibilitar el desarrollo del transporte aéreo, recuperando el enlace con los territorios que, por encontrarse alejados de la península y tras los procesos de independencia, se habían distanciado progresivamente de la que fue la metrópoli. Los logros de los aviadores españoles se vieron reconocidos con la concesión del premio por excelencia en el mundo aeronáutico de la época, el premio Harmon.
Pero este no fue más que el comienzo de un fértil periodo en que los aviadores españoles lograrían importantes hazañas, con avances sustantivos para la aeronáutica y el transporte aéreo, en la que podríamos calificar como la década de los grandes vuelos.
Estos vuelos requirieron de una preparación muy detallada, además de enormes dosis de esfuerzo y coraje para enfrentarse a situaciones muy adversas y desconocidas hasta la fecha, culminando la empresa tras múltiples penalidades.
El comienzo de la Guerra Civil en 1936 pondría fin a la que sería quizás la década más importante de nuestra Aeronáutica.
Podemos afirmar que el impulso de nuestros aviadores fue un paso decisivo para normalizar el empleo de la aviación en las tareas de transporte y enlace con territorios lejanos en América, Asia y África, facilitando el desarrollo del comercio y favoreciendo la proyección de España sobre estos territorios.
La magnitud de la empresa a la que se enfrentaban estos aviadores, por la poca precisión de los equipos de navegación, podríamos considerar que se asemeja al reto al que se enfrenta el ser humano ante la exploración espacial, cada día más próxima a nosotros y más necesaria.
Consideramos que es necesario el reconocimiento de los que nos precedieron poniendo todo su esfuerzo y sacrificio en aras del progreso y los avances científicos. Y a ello hemos de sumar el poder de atracción que ejerce la aeronáutica sobre el ser humano, particularmente en la juventud, sobre la que el relato de estas proezas ha de servir como estímulo para el progreso y avances futuros.
Por todo lo anterior, dado que los grandes vuelos constituyen una serie de gestas que cobran sentido al estudiarse en su conjunto, en su tiempo y circunstancias, se justifica el planear una celebración del centenario que abarque el conjunto de los vuelos, facilitando una aproximación inclusiva en la que puedan participar desde instituciones públicas españolas, hasta otros estados. Y hacerse extensivo a diversos dominios; científico, técnico aeronáutico y humano, buscando su vinculación hacia la próxima frontera, la exploración espacial.
Numerosos aviadores españoles, triunfaron en la lucha dura y arriesgada contra los elementos, y ensancharon, merced a su valor y a su ciencia, los límites cada día mas dilatados de lo posible. Por ello, el esfuerzo nobilísimo de estos ilustres españoles tuvo una eficacia y una trascendencia que excedían también de las estrechas lindes de las fronteras nacionales y se sumaron a la obra universal y humana de la conquista del aire...
El Plus Ultra es el primer gran vuelo español y el primero en el mundo que consiguió cruzar el Atlántico Sur con un único avión. El avión fue un Hidroavión de canoa Dornier Doj Wal que disponía de dos motores en tándem Napier Lion de 450 CV, una envergadura de 22,5 metros y una longitud de 17,25 metros. Su velocidad máxima era de 185 km/h con un aforo de 3900 litros de combustible, un techo práctico de 3300 metros y una autonomía de 10 horas. Partió del mismo lugar del que siglos atrás, lo hiciera Cristóbal Colón. Así, el 22 de enero de 1926, despegó de Palos de la Frontera para amerizar a 120 kilómetros de Buenos Aires, el 10 de febrero, en medio de un recibimiento apoteósico.
El 5 de abril de 1926, tres Breguet XIX, equipados con los nuevos motores Lorraine de 450 CV, despegaban del aeródromo de Cuatro Vientos con destino a las remotas islas Filipinas. Los pilotaban los capitanes Martínez Esteve, Loriga y Eduardo González-Gallarza, que llevaban como mecánicos a Calvo, Pérez y Arozamena. En la etapa El Cairo-Bagdad, el avión de Martínez Esteve, sufrió una avería en el motor y se vio obligado a aterrizar en el desierto. Loriga y Gallarza continuaron su vuelo y se alcanza la gesta programada tras recorrer 17 100 km, en dieciocho etapas, dieciséis jornadas de vuelo y treinta y nueve días de calendario. Se registran alrededor de 106 horas y 15 minutos a una velocidad media de 161,1 km/h.
Se inició el 10 de diciembre de 1926 y lo realizaron tres hidros Dornier Wal. Al mando de la Patrulla Atlántida estaba el Comandante Rafael Llorente. El propósito del vuelo era militar, político y científico, sin concesiones a la brillantez deportiva. Los hidroaviones tenían como destino la Guinea Española y hasta ella debían volar en formación, sin separarse en ninguna de las nueve etapas en que se dividió el recorrido. Llegan a Santa Isabel el 29 de enero de 1927 tras nueve etapas, 6829 km, en 53 horas y 55 minutos a una velocidad media de 126,9 km/h.
El 24 de marzo de 1926 despega desde la Base Aérea de Tablada (Sevilla) el avión Breguet XIX Jesús del Gran Poder para cruzar el Atlántico Sur, con destino a varios países de Sudamérica. Conforman la tripulación los pilotos militares Ignacio Jiménez y Francisco Iglesias. Tras 43 horas y 50 minutos y recorrer los primeros 6530 km, aterrizan en el campo de aviación de Camassary, a 50 km de Bahía (Brasil). Desde ahí vuelan a Rio de Janeiro, donde llegan el 28 de marzo, el 2 de abril a Montevideo y el 4 de abril a Buenos Aires. Finalizada su estancia en la capital del Plata, emprenden el camino de vuelta, cruzando Los Andes para llegar a Chile, sobrevolar -con aterrizajes intermedios- Perú, Ecuador, Panamá, Nicaragua, Guatemala y finalmente aterrizar en La Habana.
El 24 de diciembre de 1931 despega desde la Base Aérea de Tablada (Sevilla), con destino a Bata, el avión Breguet XIX, Gran Raid 71. Conforman la tripulación los pilotos militares Cipriano Rodríguez y Carlos de Haya, quienes alcanzan su objetivo tras cruzar el desierto del Sáhara, Níger, Nigeria, Camerún y Guinea y recorrer 4.312 kilómetros en 27 horas y 11 minutos a una velocidad media de 158,08 km/h.
El 18 de marzo de 1933 el piloto civil Fernando Rein Loring, en una avioneta Comper Swift, despega desde la Base Aérea de Getafe con destino Manila (Filipinas) a donde arriba tras recorrer 15.000 km y sobrevolar, con paradas intermedias, Túnez, Libia, Egipto, Arabia Saudí, Irak, Pakistán, India, Camboya, Vietnam, sur de China y Filipinas. La ruta la realiza en doce etapas y emplea 82 horas y 40 minutos con una velocidad media de 182 km/h.
El Cuatro Vientos era un avión Breguet XIX de patente francesa fabricado por CASA. El plan de vuelo contemplaba saltar desde Sevilla a Camagüey para, una vez en el Continente Americano, volar desde La Habana hasta México DF. El vuelo había despertado una gran expectación tanto en Cuba como en México, donde 60 000 personas esperaban la culminación de la hazaña. El avión despegó de Getafe el 10 de junio de 1933 con destino a Tablada y desde allí, partió al día siguiente hacia Camagüey, donde aterrizó el 11 de junio a las 15:39, tras 40 horas de vuelo sobre el Atlántico. Desafortunadamente, el avión desapareció en el trayecto La Habana - México DF por causas que no han llegado a esclarecerse.
Se considera el vuelo más osado de cuantos emprendiera un aviador civil: el realizado en el verano de 1935, con una avioneta deportiva, Juan Ignacio Pombo Alonso Pesquera, hijo menor de Juan Pombo Ibarra, uno de los más brillantes pioneros de la Aviación e iniciador de una importante familia aeronáutica. Con el apoyo del Gobierno, que le concedió una subvención de 25 000 pesetas, y de la Diputación de Santander, adquirió una avioneta British Klemm, Eagle 2.Tras cruzar España, saltar desde Sevilla al oeste del continente africano, Cabo Verde, Brasil y la Guayana Holandesa, aterriza en Méjico el 16 de septiembre, tras recorrer una distancia de 15 970 kilómetros.